Gekkouha
La flor de la luz de la luna
Escrito por: Maru de Kusanagi
Disclaimer: Bleach y todos sus personajes no me pertenecen. Ojala fueran míos. Esto está escrito por una fan para otros fans, y no pretende ofender a nadie, ni sacar provecho económico alguno.
Advertencias del capítulo: yaoi, parejas extrañas, flurry, universo alternativo y escritora loca. Acento rioplatense.
Parejas: principalmente Renji/Ichigo, ya se suma acá la Byakuya / Ishida, y habrán más (irán apareciendo a lo largo de los capítulos, si leyeron la versión en inglés, ya deben saber).
Clasificación: M (habrá lemons).
~Terminología para esta historia~
Semi-humano: una persona mitad animal, como los nekobito.
Neko: gato en japonés.
Nekobito: significaría algo así como “persona gato”, y es la unión de las palabras japonesas “neko” y “hito” (persona), y es una palabra que inventé.
Kitsune: zorro
(nuevo) Inubito: persona + perro... no me gusta como suena, así que no lo voy a usar mucho.
INTERMEZZO: LA HISTORIA DEL GATO NEGRO
“Una conexión como esa nunca se pierde, Kuchiki-san.”
¿Por qué las palabras del joven gato naranja se repetían en su mente? Él era un hombre que se guardaba las cosas y normalmente encontraba la manera de lidiar con ellas, pero siempre pasaba con un asunto en particular, que nunca conseguía una respuesta.
Ese día llovía, y el olor a la tierra llenaba sus sentidos. Fue a la reunión de capitanes, lideradas como siempre por Yamamoto. Si estaba un poco distraído, el comandante no lo mencionó, y al finalizar la jornada regresó a casa. Solicito que el baño sea preparado y descanso un rato en la gran pileta. Le agradaba sentir el agua tibia alrededor de su cuerpo desnudo, era muy relajante y entonces cerró los ojos.
Recordó a Hisana con su dulce sonrisa y amor impoluto por él. Su frágil salud, que la quito de su lado tan tempranamente, fue también la razón que les impidió tener hijos. Y por esa razón, el gato negro vino a su vida.
Recién se enteraban de la fría realidad, y las noticias destrozaron sus sueños. Unohana fue conclusiva: no había esperanzas de un bebé. Aún cuando ella quedase embarazada, había pocas oportunidades de que el embarazo llegase a término, o de que la madre sobreviviera al primer mes. Su cuerpo, después de una vida tan dura en Rukongai, no podía afrontarlo.
Unos días después, decidieron dar un paseo por Karakura para distraerse. Él quiera que todos supieran que, aunque no pudiera darle un hijo, la amaba incondicionalmente, y no le importaba que dijeran los demás.
Karakura era el sitio animado de siempre, con gente yendo y viniendo. La gente que lo reconocía se inclinaba con respeto. Otros los miraban con odio y envidia, pero era normal. Se detuvieron en la plaza donde algo era mostrado.
“¿Podemos ir a ver?”
“Por supuesto.”
Se acercaron a ver un hombre en un escenario, hablando con varias personas. En el doro del escenario, varios semi-humanos eran mostrados. Sus edades iban desde los quince a los mediados de veinte, de ambos sexos con diferentes fisonomías. La mayoría eran nekobitos, pero también había unos inubito.
Era un remate de semi-humanos, algo tan bajo que hasta Byakuya sintió la ira crecer. Era lo que los criadores normalmente hacían con su “mercancía”.
“¡Vengan a ver la mejor selección en años! ¡Machos y hembras! ¡Pura razas!” llamó el vendedor y con los brazos señaló las largas piernas de una nekobito hembra, que apenas estaba vestida “¡Ya están preparados, así que no deben lidiar con crías indeseadas o el envejecimiento! ¡Van a verse así por el resto de sus vidas! ¡No encontraran un precio mejor por semejante calidad!”
En ese tiempo, Byakuya desconocía como “preparaban” a los nekobito o le interesaba siquiera saber. Se sintió asqueado y quiso sacar a Hisana de semejante lugar, pero cuando estaba por tocarla, el grito de ella lo detuvo.
“¡Oh, Dios!”
Hisana se tapo la boca, horrorizada. Byakuya siguió su mirada y vió un pequeño niño que estaba en venta. No debía tener más de cinco años, con piel blanca y cabello negro. Vestía un enterizo blanco con un sombrero que le cubría la cabeza. Tras el gorro, asomaba el pelo negro y dulces ojos brillaban inocentemente tras lentes cuadrados. Las orejitas puntiagudas estaban bajo la tela y la cola ladeaba de lado a otro.
“¡Esta es una oferta especial!” anunció el vendedor, señalando al niño “Como no es un pura raza, ¡lo vendo a mitad de precio! Puede hablar y aprender, aunque sea algo que la mayoría de la gente encuentra inútil en una mascota.”
Algunas personas se veían interesadas, y le hicieron preguntas al vendedor. Mientras, Hisana se acercó y miró al chico. En sus ojos se podía ver el miedo y rastros de lágrimas.
“Hola” dijo ella, sonriéndole dulcemente “¿Cómo te llamas?”
El chico inhaló y miro con miedo a su vendedor, apretándose las manos nerviosamente.
“No temas” le dijo ella, tomando una de sus manos en las de ella “Soy Hisana, y ese es Byakuya-sama. ¿Y tú?”
“Uryu...” susurró el nekobito.
“Uryu.” Sonrió ella nuevamente.
“Dama honorable,” dijo el vendedor, consiguiendo su atención “no le recomendaría a alguien como usted esta cosa... tengo mejores especímenes....”
“¡¿Cómo puede decir eso?!” gritó Hisana “¡Esto no es una cosa! Es una criatura viva, ¡un niño! ¿Cómo puede ser tan cruel...?” ella empezó a toser y Byakuya la contuvo. Miro fríamente al hombre, que dió dos pasos atrás. Sabía que conseguir la ira de ese hombre no era buena idea.
“Discúlpeme, no deseaba ofenderle...” empezó a decir.
“Tenga.” Byakuya lanzó dinero suficiente como para pagar a todos los semi-humanos en venta. El hombre estaba boquiabierto. “Tú, ven con nosotros. El resto, es libre de ir donde desee.”
Toda la gente alrededor los miró como si fueran aliens. Los semi-humanos se miraron unos a los otros. ¿Libertad? Algo que sólo recordaban de sueños, ¿era al fin suyo? Uno tras otro, corrieron en distintas direcciones y el vendedor no supo qué hacer. Uryu se quedo parado ahí, mirando a la pareja que lo había comprado recién.
“¿Estas mejor?”
“Sí, gracias, Byakuya-sama” Hisana se volvió a ver a Uryu, y le tendió la mano “Vamos a casa, Uryu-chan.”
Algo dubitativo, la tomó.
El corto tiempo que le quedó a Hisana (Byakuya no tenía otro modo de plantearlo) estuvo lleno con su sonrisa y el pequeño Uryu acompañándola. A él también le gustaba el gato negro, era algo muy tierno.
Y ese chico amaba hablar.
“Mi abuelo se llamaba Itchida... No, ¡I-shi-da! ¡Sí, era así! ¡Dijo que me llamaba Uryu Ishida! Pero, después de que se murió, el vendedor dijo que, como era un gato, no necesitaba un apellido... y por eso no pude quedarme en mi casa más...”
Uryu mordió salvajemente una pera y se ensucio toda la cara. Hisana sonrió y lo limpio con un pañuelo.
“Listo. ¿Y tu mamá? ¿O papá?”
“Mi abuelo me dijo que mi mamá murió cuando nací. Y sobre mi papá... que se fue a trabajar... y sólo quedamos el abuelo y yo.” Era una manera sencilla de decirle a un niño pequeño que su padre lo abandonó.
“¿Puedo comer otra? ¡El vendedor nunca me dio algo tan bueno!”
“Sí, sírvete.” Respondió Hisana y lo miró mientras comía, con ojos llenos de amor. Aunque este no fuera su hijo, ahora Uryu estaba con ellos.
“¡Rico!” Uryu levantó la cabeza y el gorro cayó, revelando su sedoso cabello negro en toda su gloria. Olía a pureza, y amor inocente hacia sus nuevos “padres”.
Hisana lo abrazo contra su pecho y le beso la cabeza. “Ahora ésta es tu casa.”
“¿En serio?” la voz del nekobito estaba llena de ilusión y temor. Miró a Hisana y luego a Byakuya, quien asintió con la cabeza.
“Sí.” él le acarició la cabeza.
No importaba que este niño no fuera humano. Hacia felíz a Hisana, y era lo único que importaba.
Hisana le enseñó a Uryu como leer, contar y cantar algunas canciones. También le enseñó como coser (y ese chico tenía una buena mana para eso). Uryu creció antes de que se dieran cuenta (¿fue un año? ¿Dos? El tiempo se veía tan vago cuando trataba de enfocarlo), tal vez porque era un nekobito su cuerpo crecía más rápidamente que un chico humano. Nunca fue en la historia de la Soul Society había sido criado un nekobito allí, así que nadie sabía cómo ayudar. Byakuya nunca iría a ver al vendedor por ese tema. Tal vez Mayuri le podía dar algún consejo, peor seguro trataría de hacerle la vivisección a Uryu primero. Sabía que la mayoría de los semi humanos, ni bien llegaban a la madurez, dejaban de crecer. También había oído unos rumores sobre el sexo, pero no podía recordar sobre qué eran.
Uryu estaba más prendido de Hisana, y eso era obvio. Aunque a Byakuya le gustaría el chico, en realidad nunca le dejó acercarse mucho por su orgullo como noble. Aun le resultaba pesado oír los cuchicheos sobre, siendo de semejante status, criar un bicho raro como hijo propio. Cuando se dio cuenta de esto, trató de enmendarse, pero era tarde. Hisana murió y estaba demasiado dolido como para compartir su pena o contener a Uryu.
Aún recordaba los sollozos del gatito cuando asistía al funeral. Estaba escondido detrás de unos muebles porque no quería ser visto (y Byakuya estaba agradecido, porque no necesitaba los ojos acusadores de su familia en él o en el gato). Uryu empezó a hacerse muy reservado, casi como él. Fue en este tiempo que perdió la manera de conectarse con Uryu, aunque éste permaneciera siempre a su lado. Pero, lo que más le dolía era el amor que el joven gato aún conservaba en sus ojos por él.
Byakuya salió de la pileta y el agua se escurrió de su cuerpo antes de que tomara una toalla para secarse. Se puso una bata y caminó a su cuarto. Se detuvo en la puerta, el silencio era absoluto.
“¿Uryu?”
Como siempre, el gato era su sombra.
“¿Sí, Byakuya-sama?”
“Prepara té, y llévalo a mi cuarto.”
Byakuya ingresó a la habitación y se sentó en el futon. Ésas eran sus palabras clave desde entonces.
Uryu no sabía cuándo o cómo se enamoró de su amo. Después de que Hisana-sama murió, se sintió muy solo, más que cuando se murió su abuelo. Entonces, tenía unos nueve años, y se escondía tras una mesa, para ver como se hacía la ceremonia. El monje hizo sus plegarias y quemaron algo que hizo el aire oler raro. Vió a Byakuya detenerse ante el retrato de Hisana, y dar sus respetos. Luego de varias horas, las visitas se marcharon y él salió de su escondite. Se acercó a la foto, y cerró los ojos. Puso las manos juntas igual que a como vio a los otros hacer, y entonces se dio cuenta que no conocía ninguna plegaria, así que no sabía qué decir. Entonces, decidió decir lo que su corazón quisiera expresar.
“Hisana-sama, prometo esto: nunca dejaré de estar al lado de Byakuya-sama.”
Y nunca lo hizo, aprendió como preparar el té favorito de su amo, asistirlo cuando se vestía, y cómo arreglarle el cabello. Hasta aprendió a coserle sus kimonos y arreglar los daños de su uniforme después de alguna misión.
Cuando cumplió quince (pero su cuerpo era el de un chico de unos diecisiete), una de las mucamas hizo un comentario de cómo “amorosamente atendía a Kuchiki-sama”. Eso le metió muchas cosas en la cabeza para pensar. Por algún tiempo, tuvo esta rara sensación en su panza cuando estaba cerca de su amo, y sus mejillas ardían cuando Byakuya le tocaba el cabello. Ese año fue el infierno, agregando también la rara dureza en sus partes pudendas.
Cuando las sensaciones raras empezaron a empeorar, le dijo a Byakuya que se sentía mal, y su amo lo llevó al Escuadrón Cuatro. Después del chequeo usual, Unohana le pidió a Byakuya un tiempo a solas con el nekobito.
“Así que, Uryu, ¿tienes algo que quieras compartir?” los amables ojos de Retsu Unohana lo miraron con simpatía “No temas, esta es una charla de médico-paciente, así que cualquier cosa que digas será privada.”
Uryu se acomodó los anteojos y la miró.
“No... no sé... últimamente, tengo estos sentimientos raros...”
“¿Cómo qué?”
“Como... ansiedad... calor en la cara, y un sentimiento raro en la panza. En mi... zona privada... reacciones extrañas....” Uryu sintió el ardor en su cara, aunque estuviera con un doctor, hablar de esos temas era incómodo.
“Dime Uryu, ¿esto es algo que pasa siempre, o sólo en el momento que estas cerca de cierta persona?”
“Bueno... a veces mis partes reaccionan solas, usualmente cuando me despierto. Las otras veces...”
“¿Cuándo estas cerca de una persona en especial?”
Uryu asintió, sintiendo las mejillas arder.
“Bueno, creo que la cosa esta clara. Estás en la pubertad, cuando el cuerpo de todos transmuta de niño a adulto, y por eso tu cuerpo reacciona así,” Diagnosticó Retsu, poniendo una mano en su hombro antes de caminar a la puerta “y la otra es simple: estás enamorado.”
Ella abrió la puerta y llamó a Byakuya para que se llevara al nekobito a casa. Le dijo que lo que le pasaba era algo normal del proceso de crecimiento, así que no había nada de qué preocuparse.
La simpleza del hecho que Unohana le reveló a Uryu lo dejó sin palabras hasta que llegaron a casa. Enamorado... ¿de Byakuya-sama? ¿Cómo pasó eso?
Sólo cuando su amo le tocó el hombro salió de su ensimismamiento.
“Te pregunté sobre qué hablaste con Unohana-taichou, si no es algo privado.”
Él lo sabía, porque se lo preguntaba. Pero deseaba hablarle a Byakuya, normalmente cuando estaban juntos solo había un silencio pesado.
“Ella... ella me explicó que lo que siento es normal, que estoy alcanzando la edad adulta.”
“Entonces, no hay nada de qué preocuparse” declaró Byakuya, repitiendo las mismas palabras que Unohana usó. Sin nada más que decir, Byakuya se excusó y lo dejó solo. Aún con semejante frialdad, lo amaba.
Pensando en esto, sintió lo mismo en su miembro. Demonios. Fue a su habitación y empezó a tocarse. Se encontró haciendo esto varias veces para aliviarse y liberarse de aquello que le era negado y que su alma reclamaba. Uryu entendió que si tenía semejante necesidad, tal vez su amo estaba peor (bueno, ¡su joven mente estaba caliente!). Y, ahora, debía encontrar la manera de poder complacer a su amo en ese tema.
Byakuya no era indiferente al problema del gato. Sabía que Uryu lidiaba con la pubertad, pero no esperaba que también lidiara con un enamoramiento. No hasta que Retsu lo llamó para charlar.
“Siendo tan buen capitán, y no eres capaz de ver lo que sucede bajo tu propio techo. Tal vez ni siquiera ves lo que pasa dentro de ti mismo.”
Tampoco había esperado un sermón, pero cuando estaba por replicar, Retsu alzo una mano.
“No me mal interpretes.” Dijo ella “Tu pequeño neko está todo crecidito y ahora es extremadamente atractivo y con las necesidades de todos. Te ama, y comprendo que debes sentir algo por él, sino, no lo hubieras conservado a tu lado por tanto tiempo. A pesar de que haya sido una promesa a tu fallecida esposa.”
Retsu sonrió y un suave rubor brillo en las mejillas de Byakuya. Era gracioso ver la usual actitud fría del capitán cambiar tan drásticamente.
“Tú también tienes necesidades, pero, ¿por cuánto más vas a negarte un alivio? ¿Cuánto más seguirás llorando a Hisana?”
“No es tan sencillo como simplemente llevarlo a la cama...”
“Querido, la vida es tan dura como tú desees que sea.” (1)
Así que todo empezó una noche con una taza de té.
Uryu era tan servicial como de costumbre, y lo ayudó a desvestirse. Byakuya se dio el baño de siempre, y pidió su té.
En la media luz de la habitación, solos los dos, todo se veía muy sencillo. Con un simple beso, sus encuentros nocturnos empezaron. (2)
Tras la primera noche, Byakuya no pudo evitar sentirse culpable. El cuerpo del gato dejo de madurar y así descubrió como los criadores preparaban a los nekobito. Evitó encontrarse con Uryu por un tiempo, y entonces llego Rukia a sus vidas. La chica era como una hermana para Uryu, y Byakuya la adoptó como uno de su familia. Vino a vivir con ellos, y se llevaba bien con Uryu porque emitía la misma amabilidad que tenía Hisana. Pero no era ella, y Byakuya descubrió que a quien deseaba era en realidad el de las orejas puntiagudas.
Una noche, mientras yacía en su lecho y trataba de relajarse tras su encuentro nocturno, Byakuya sintió los ojos azules del gato en él. Abrió los ojos y vio el alma revelarse en los ojos del gato. Uryu nunca lo había cuestionado, pero, tras unos momentos, dijo:
“¿Hice algo malo?”
Era una pregunta colmada de terror. Byakuya no pudo responderle y Uryu no repitió la pregunta.
Trató de cortar su relación con el gato y mantener su distancia.
Entonces, Rukia le contó que también había conocido a un nekobito en Karakura, de color naranja. Byakuya fue a donde ella le indicó y encontró la tienda de Urahara. Le resulto un tanto exasperante hablar en un principio con el shinigami expatriado, pero descubrió que Urahara era un hombre muy inteligente oculto tras una fachada.
También descubrió otra cosa sobre si mismo ese día: tenía algo con los gatos.
Ichigo era muy diferente a Uryu, directo y menos vacilante. Tenía un buen cuerpo, que no se escapo de la evaluación de Byakuya. Mientras empezó a pensarlo, si tomando a Ichigo le serviría para terminar con la situación incómoda en que había terminado con Uryu. Si, era egoísta pensando en conseguirse un gato nuevo para olvidarse del viejo. Pero el destino se llevo al gato naranja de sus manos.
Uryu no dijo nada mientras él bebía su té. Lo miraba en silencio, resignándose a lo que tenía. Byakuya puso la taza a un lado.
“Uryu.” Dijo de repente.
“¿Sí, Byakuya-sama?” preguntó Uryu, levantando las orejas.
“No, no hiciste nada malo.” Respondió, acariciándole el rostro. Uryu tomo la mano en la suya y la besó. Aunque esta relación no estaba clara, estaba feliz de saber que su amo no deseaba dejarlo atrás. Con una mirada a la imagen frente suyo, el cabello limpio suelto y la ropa que sueltamente cubría su magnífico cuerpo, se sintió en el paraíso.
1-eso dijo mi mamá. Ella debe saber, ¡crio cinco hijos!
2-no quise hacer lemon de esta pareja, porque no me pareció a tono con el capítulo.
La flor de la luz de la luna
Escrito por: Maru de Kusanagi
Disclaimer: Bleach y todos sus personajes no me pertenecen. Ojala fueran míos. Esto está escrito por una fan para otros fans, y no pretende ofender a nadie, ni sacar provecho económico alguno.
Advertencias del capítulo: yaoi, parejas extrañas, flurry, universo alternativo y escritora loca. Acento rioplatense.
Parejas: principalmente Renji/Ichigo, ya se suma acá la Byakuya / Ishida, y habrán más (irán apareciendo a lo largo de los capítulos, si leyeron la versión en inglés, ya deben saber).
Clasificación: M (habrá lemons).
~Terminología para esta historia~
Semi-humano: una persona mitad animal, como los nekobito.
Neko: gato en japonés.
Nekobito: significaría algo así como “persona gato”, y es la unión de las palabras japonesas “neko” y “hito” (persona), y es una palabra que inventé.
Kitsune: zorro
(nuevo) Inubito: persona + perro... no me gusta como suena, así que no lo voy a usar mucho.
***=^..^=***
INTERMEZZO: LA HISTORIA DEL GATO NEGRO
“Una conexión como esa nunca se pierde, Kuchiki-san.”
¿Por qué las palabras del joven gato naranja se repetían en su mente? Él era un hombre que se guardaba las cosas y normalmente encontraba la manera de lidiar con ellas, pero siempre pasaba con un asunto en particular, que nunca conseguía una respuesta.
Ese día llovía, y el olor a la tierra llenaba sus sentidos. Fue a la reunión de capitanes, lideradas como siempre por Yamamoto. Si estaba un poco distraído, el comandante no lo mencionó, y al finalizar la jornada regresó a casa. Solicito que el baño sea preparado y descanso un rato en la gran pileta. Le agradaba sentir el agua tibia alrededor de su cuerpo desnudo, era muy relajante y entonces cerró los ojos.
Recordó a Hisana con su dulce sonrisa y amor impoluto por él. Su frágil salud, que la quito de su lado tan tempranamente, fue también la razón que les impidió tener hijos. Y por esa razón, el gato negro vino a su vida.
***
Recién se enteraban de la fría realidad, y las noticias destrozaron sus sueños. Unohana fue conclusiva: no había esperanzas de un bebé. Aún cuando ella quedase embarazada, había pocas oportunidades de que el embarazo llegase a término, o de que la madre sobreviviera al primer mes. Su cuerpo, después de una vida tan dura en Rukongai, no podía afrontarlo.
Unos días después, decidieron dar un paseo por Karakura para distraerse. Él quiera que todos supieran que, aunque no pudiera darle un hijo, la amaba incondicionalmente, y no le importaba que dijeran los demás.
Karakura era el sitio animado de siempre, con gente yendo y viniendo. La gente que lo reconocía se inclinaba con respeto. Otros los miraban con odio y envidia, pero era normal. Se detuvieron en la plaza donde algo era mostrado.
“¿Podemos ir a ver?”
“Por supuesto.”
Se acercaron a ver un hombre en un escenario, hablando con varias personas. En el doro del escenario, varios semi-humanos eran mostrados. Sus edades iban desde los quince a los mediados de veinte, de ambos sexos con diferentes fisonomías. La mayoría eran nekobitos, pero también había unos inubito.
Era un remate de semi-humanos, algo tan bajo que hasta Byakuya sintió la ira crecer. Era lo que los criadores normalmente hacían con su “mercancía”.
“¡Vengan a ver la mejor selección en años! ¡Machos y hembras! ¡Pura razas!” llamó el vendedor y con los brazos señaló las largas piernas de una nekobito hembra, que apenas estaba vestida “¡Ya están preparados, así que no deben lidiar con crías indeseadas o el envejecimiento! ¡Van a verse así por el resto de sus vidas! ¡No encontraran un precio mejor por semejante calidad!”
En ese tiempo, Byakuya desconocía como “preparaban” a los nekobito o le interesaba siquiera saber. Se sintió asqueado y quiso sacar a Hisana de semejante lugar, pero cuando estaba por tocarla, el grito de ella lo detuvo.
“¡Oh, Dios!”
Hisana se tapo la boca, horrorizada. Byakuya siguió su mirada y vió un pequeño niño que estaba en venta. No debía tener más de cinco años, con piel blanca y cabello negro. Vestía un enterizo blanco con un sombrero que le cubría la cabeza. Tras el gorro, asomaba el pelo negro y dulces ojos brillaban inocentemente tras lentes cuadrados. Las orejitas puntiagudas estaban bajo la tela y la cola ladeaba de lado a otro.
“¡Esta es una oferta especial!” anunció el vendedor, señalando al niño “Como no es un pura raza, ¡lo vendo a mitad de precio! Puede hablar y aprender, aunque sea algo que la mayoría de la gente encuentra inútil en una mascota.”
Algunas personas se veían interesadas, y le hicieron preguntas al vendedor. Mientras, Hisana se acercó y miró al chico. En sus ojos se podía ver el miedo y rastros de lágrimas.
“Hola” dijo ella, sonriéndole dulcemente “¿Cómo te llamas?”
El chico inhaló y miro con miedo a su vendedor, apretándose las manos nerviosamente.
“No temas” le dijo ella, tomando una de sus manos en las de ella “Soy Hisana, y ese es Byakuya-sama. ¿Y tú?”
“Uryu...” susurró el nekobito.
“Uryu.” Sonrió ella nuevamente.
“Dama honorable,” dijo el vendedor, consiguiendo su atención “no le recomendaría a alguien como usted esta cosa... tengo mejores especímenes....”
“¡¿Cómo puede decir eso?!” gritó Hisana “¡Esto no es una cosa! Es una criatura viva, ¡un niño! ¿Cómo puede ser tan cruel...?” ella empezó a toser y Byakuya la contuvo. Miro fríamente al hombre, que dió dos pasos atrás. Sabía que conseguir la ira de ese hombre no era buena idea.
“Discúlpeme, no deseaba ofenderle...” empezó a decir.
“Tenga.” Byakuya lanzó dinero suficiente como para pagar a todos los semi-humanos en venta. El hombre estaba boquiabierto. “Tú, ven con nosotros. El resto, es libre de ir donde desee.”
Toda la gente alrededor los miró como si fueran aliens. Los semi-humanos se miraron unos a los otros. ¿Libertad? Algo que sólo recordaban de sueños, ¿era al fin suyo? Uno tras otro, corrieron en distintas direcciones y el vendedor no supo qué hacer. Uryu se quedo parado ahí, mirando a la pareja que lo había comprado recién.
“¿Estas mejor?”
“Sí, gracias, Byakuya-sama” Hisana se volvió a ver a Uryu, y le tendió la mano “Vamos a casa, Uryu-chan.”
Algo dubitativo, la tomó.
El corto tiempo que le quedó a Hisana (Byakuya no tenía otro modo de plantearlo) estuvo lleno con su sonrisa y el pequeño Uryu acompañándola. A él también le gustaba el gato negro, era algo muy tierno.
Y ese chico amaba hablar.
“Mi abuelo se llamaba Itchida... No, ¡I-shi-da! ¡Sí, era así! ¡Dijo que me llamaba Uryu Ishida! Pero, después de que se murió, el vendedor dijo que, como era un gato, no necesitaba un apellido... y por eso no pude quedarme en mi casa más...”
Uryu mordió salvajemente una pera y se ensucio toda la cara. Hisana sonrió y lo limpio con un pañuelo.
“Listo. ¿Y tu mamá? ¿O papá?”
“Mi abuelo me dijo que mi mamá murió cuando nací. Y sobre mi papá... que se fue a trabajar... y sólo quedamos el abuelo y yo.” Era una manera sencilla de decirle a un niño pequeño que su padre lo abandonó.
“¿Puedo comer otra? ¡El vendedor nunca me dio algo tan bueno!”
“Sí, sírvete.” Respondió Hisana y lo miró mientras comía, con ojos llenos de amor. Aunque este no fuera su hijo, ahora Uryu estaba con ellos.
“¡Rico!” Uryu levantó la cabeza y el gorro cayó, revelando su sedoso cabello negro en toda su gloria. Olía a pureza, y amor inocente hacia sus nuevos “padres”.
Hisana lo abrazo contra su pecho y le beso la cabeza. “Ahora ésta es tu casa.”
“¿En serio?” la voz del nekobito estaba llena de ilusión y temor. Miró a Hisana y luego a Byakuya, quien asintió con la cabeza.
“Sí.” él le acarició la cabeza.
No importaba que este niño no fuera humano. Hacia felíz a Hisana, y era lo único que importaba.
Hisana le enseñó a Uryu como leer, contar y cantar algunas canciones. También le enseñó como coser (y ese chico tenía una buena mana para eso). Uryu creció antes de que se dieran cuenta (¿fue un año? ¿Dos? El tiempo se veía tan vago cuando trataba de enfocarlo), tal vez porque era un nekobito su cuerpo crecía más rápidamente que un chico humano. Nunca fue en la historia de la Soul Society había sido criado un nekobito allí, así que nadie sabía cómo ayudar. Byakuya nunca iría a ver al vendedor por ese tema. Tal vez Mayuri le podía dar algún consejo, peor seguro trataría de hacerle la vivisección a Uryu primero. Sabía que la mayoría de los semi humanos, ni bien llegaban a la madurez, dejaban de crecer. También había oído unos rumores sobre el sexo, pero no podía recordar sobre qué eran.
Uryu estaba más prendido de Hisana, y eso era obvio. Aunque a Byakuya le gustaría el chico, en realidad nunca le dejó acercarse mucho por su orgullo como noble. Aun le resultaba pesado oír los cuchicheos sobre, siendo de semejante status, criar un bicho raro como hijo propio. Cuando se dio cuenta de esto, trató de enmendarse, pero era tarde. Hisana murió y estaba demasiado dolido como para compartir su pena o contener a Uryu.
Aún recordaba los sollozos del gatito cuando asistía al funeral. Estaba escondido detrás de unos muebles porque no quería ser visto (y Byakuya estaba agradecido, porque no necesitaba los ojos acusadores de su familia en él o en el gato). Uryu empezó a hacerse muy reservado, casi como él. Fue en este tiempo que perdió la manera de conectarse con Uryu, aunque éste permaneciera siempre a su lado. Pero, lo que más le dolía era el amor que el joven gato aún conservaba en sus ojos por él.
***
Byakuya salió de la pileta y el agua se escurrió de su cuerpo antes de que tomara una toalla para secarse. Se puso una bata y caminó a su cuarto. Se detuvo en la puerta, el silencio era absoluto.
“¿Uryu?”
Como siempre, el gato era su sombra.
“¿Sí, Byakuya-sama?”
“Prepara té, y llévalo a mi cuarto.”
Byakuya ingresó a la habitación y se sentó en el futon. Ésas eran sus palabras clave desde entonces.
***
Uryu no sabía cuándo o cómo se enamoró de su amo. Después de que Hisana-sama murió, se sintió muy solo, más que cuando se murió su abuelo. Entonces, tenía unos nueve años, y se escondía tras una mesa, para ver como se hacía la ceremonia. El monje hizo sus plegarias y quemaron algo que hizo el aire oler raro. Vió a Byakuya detenerse ante el retrato de Hisana, y dar sus respetos. Luego de varias horas, las visitas se marcharon y él salió de su escondite. Se acercó a la foto, y cerró los ojos. Puso las manos juntas igual que a como vio a los otros hacer, y entonces se dio cuenta que no conocía ninguna plegaria, así que no sabía qué decir. Entonces, decidió decir lo que su corazón quisiera expresar.
“Hisana-sama, prometo esto: nunca dejaré de estar al lado de Byakuya-sama.”
Y nunca lo hizo, aprendió como preparar el té favorito de su amo, asistirlo cuando se vestía, y cómo arreglarle el cabello. Hasta aprendió a coserle sus kimonos y arreglar los daños de su uniforme después de alguna misión.
Cuando cumplió quince (pero su cuerpo era el de un chico de unos diecisiete), una de las mucamas hizo un comentario de cómo “amorosamente atendía a Kuchiki-sama”. Eso le metió muchas cosas en la cabeza para pensar. Por algún tiempo, tuvo esta rara sensación en su panza cuando estaba cerca de su amo, y sus mejillas ardían cuando Byakuya le tocaba el cabello. Ese año fue el infierno, agregando también la rara dureza en sus partes pudendas.
Cuando las sensaciones raras empezaron a empeorar, le dijo a Byakuya que se sentía mal, y su amo lo llevó al Escuadrón Cuatro. Después del chequeo usual, Unohana le pidió a Byakuya un tiempo a solas con el nekobito.
“Así que, Uryu, ¿tienes algo que quieras compartir?” los amables ojos de Retsu Unohana lo miraron con simpatía “No temas, esta es una charla de médico-paciente, así que cualquier cosa que digas será privada.”
Uryu se acomodó los anteojos y la miró.
“No... no sé... últimamente, tengo estos sentimientos raros...”
“¿Cómo qué?”
“Como... ansiedad... calor en la cara, y un sentimiento raro en la panza. En mi... zona privada... reacciones extrañas....” Uryu sintió el ardor en su cara, aunque estuviera con un doctor, hablar de esos temas era incómodo.
“Dime Uryu, ¿esto es algo que pasa siempre, o sólo en el momento que estas cerca de cierta persona?”
“Bueno... a veces mis partes reaccionan solas, usualmente cuando me despierto. Las otras veces...”
“¿Cuándo estas cerca de una persona en especial?”
Uryu asintió, sintiendo las mejillas arder.
“Bueno, creo que la cosa esta clara. Estás en la pubertad, cuando el cuerpo de todos transmuta de niño a adulto, y por eso tu cuerpo reacciona así,” Diagnosticó Retsu, poniendo una mano en su hombro antes de caminar a la puerta “y la otra es simple: estás enamorado.”
Ella abrió la puerta y llamó a Byakuya para que se llevara al nekobito a casa. Le dijo que lo que le pasaba era algo normal del proceso de crecimiento, así que no había nada de qué preocuparse.
La simpleza del hecho que Unohana le reveló a Uryu lo dejó sin palabras hasta que llegaron a casa. Enamorado... ¿de Byakuya-sama? ¿Cómo pasó eso?
Sólo cuando su amo le tocó el hombro salió de su ensimismamiento.
“Te pregunté sobre qué hablaste con Unohana-taichou, si no es algo privado.”
Él lo sabía, porque se lo preguntaba. Pero deseaba hablarle a Byakuya, normalmente cuando estaban juntos solo había un silencio pesado.
“Ella... ella me explicó que lo que siento es normal, que estoy alcanzando la edad adulta.”
“Entonces, no hay nada de qué preocuparse” declaró Byakuya, repitiendo las mismas palabras que Unohana usó. Sin nada más que decir, Byakuya se excusó y lo dejó solo. Aún con semejante frialdad, lo amaba.
Pensando en esto, sintió lo mismo en su miembro. Demonios. Fue a su habitación y empezó a tocarse. Se encontró haciendo esto varias veces para aliviarse y liberarse de aquello que le era negado y que su alma reclamaba. Uryu entendió que si tenía semejante necesidad, tal vez su amo estaba peor (bueno, ¡su joven mente estaba caliente!). Y, ahora, debía encontrar la manera de poder complacer a su amo en ese tema.
***
Byakuya no era indiferente al problema del gato. Sabía que Uryu lidiaba con la pubertad, pero no esperaba que también lidiara con un enamoramiento. No hasta que Retsu lo llamó para charlar.
“Siendo tan buen capitán, y no eres capaz de ver lo que sucede bajo tu propio techo. Tal vez ni siquiera ves lo que pasa dentro de ti mismo.”
Tampoco había esperado un sermón, pero cuando estaba por replicar, Retsu alzo una mano.
“No me mal interpretes.” Dijo ella “Tu pequeño neko está todo crecidito y ahora es extremadamente atractivo y con las necesidades de todos. Te ama, y comprendo que debes sentir algo por él, sino, no lo hubieras conservado a tu lado por tanto tiempo. A pesar de que haya sido una promesa a tu fallecida esposa.”
Retsu sonrió y un suave rubor brillo en las mejillas de Byakuya. Era gracioso ver la usual actitud fría del capitán cambiar tan drásticamente.
“Tú también tienes necesidades, pero, ¿por cuánto más vas a negarte un alivio? ¿Cuánto más seguirás llorando a Hisana?”
“No es tan sencillo como simplemente llevarlo a la cama...”
“Querido, la vida es tan dura como tú desees que sea.” (1)
Así que todo empezó una noche con una taza de té.
Uryu era tan servicial como de costumbre, y lo ayudó a desvestirse. Byakuya se dio el baño de siempre, y pidió su té.
En la media luz de la habitación, solos los dos, todo se veía muy sencillo. Con un simple beso, sus encuentros nocturnos empezaron. (2)
***
Tras la primera noche, Byakuya no pudo evitar sentirse culpable. El cuerpo del gato dejo de madurar y así descubrió como los criadores preparaban a los nekobito. Evitó encontrarse con Uryu por un tiempo, y entonces llego Rukia a sus vidas. La chica era como una hermana para Uryu, y Byakuya la adoptó como uno de su familia. Vino a vivir con ellos, y se llevaba bien con Uryu porque emitía la misma amabilidad que tenía Hisana. Pero no era ella, y Byakuya descubrió que a quien deseaba era en realidad el de las orejas puntiagudas.
Una noche, mientras yacía en su lecho y trataba de relajarse tras su encuentro nocturno, Byakuya sintió los ojos azules del gato en él. Abrió los ojos y vio el alma revelarse en los ojos del gato. Uryu nunca lo había cuestionado, pero, tras unos momentos, dijo:
“¿Hice algo malo?”
Era una pregunta colmada de terror. Byakuya no pudo responderle y Uryu no repitió la pregunta.
Trató de cortar su relación con el gato y mantener su distancia.
Entonces, Rukia le contó que también había conocido a un nekobito en Karakura, de color naranja. Byakuya fue a donde ella le indicó y encontró la tienda de Urahara. Le resulto un tanto exasperante hablar en un principio con el shinigami expatriado, pero descubrió que Urahara era un hombre muy inteligente oculto tras una fachada.
También descubrió otra cosa sobre si mismo ese día: tenía algo con los gatos.
Ichigo era muy diferente a Uryu, directo y menos vacilante. Tenía un buen cuerpo, que no se escapo de la evaluación de Byakuya. Mientras empezó a pensarlo, si tomando a Ichigo le serviría para terminar con la situación incómoda en que había terminado con Uryu. Si, era egoísta pensando en conseguirse un gato nuevo para olvidarse del viejo. Pero el destino se llevo al gato naranja de sus manos.
***
Uryu no dijo nada mientras él bebía su té. Lo miraba en silencio, resignándose a lo que tenía. Byakuya puso la taza a un lado.
“Uryu.” Dijo de repente.
“¿Sí, Byakuya-sama?” preguntó Uryu, levantando las orejas.
“No, no hiciste nada malo.” Respondió, acariciándole el rostro. Uryu tomo la mano en la suya y la besó. Aunque esta relación no estaba clara, estaba feliz de saber que su amo no deseaba dejarlo atrás. Con una mirada a la imagen frente suyo, el cabello limpio suelto y la ropa que sueltamente cubría su magnífico cuerpo, se sintió en el paraíso.
1-eso dijo mi mamá. Ella debe saber, ¡crio cinco hijos!
2-no quise hacer lemon de esta pareja, porque no me pareció a tono con el capítulo.
» hola jovenes nyaa
» La apuesta- (lemon) SEBASTIAN X CIEL
» One-Shot: Ojos Que atrapan (Get Bakers BanXGin)
» Bajos instintos (oneshot LEMON SEBASTIAN X CIEL)
» ¿ Que le falta al Foro?
» me presento...al igual que el resto ^^
» Karemi_chan, se presenta.
» TEST TE GUSTA EL YAOI